“Las mejores y más bellas cosas del mundo no pueden ser tocadas o vistas-deben ser sentidas con el corazón”.-Helen Keller.
Cuando alguien te abre el corazón, te abre su mente, su casa, te tiende una mano, te deja entrar en su mundo, en sus ilusiones, sus metas y más que eso, te ayuda desde arriba a subir el escalón que te falta, cuando eso sucede esa persona pasa a estar en un lugar aparte, se lleva mi cariño.
Siempre he sido una persona que disfruta de la vida, soy muy alegre, me gusta divertirme, amo el diseño y tengo una sed insaciable por conocer, explorar, crear y por supuesto: emprendedor. Lo mío siempre fue lo que nadie creía, lo que pocos entendían, lo que pocos tenían fe, lo que nadie pensaría en hacer o estudiar. La fuerza interna fue la que me sostuvo siempre ante cualquier tipo de comentario, y yo estaba segura de que había un espacio para mí en el mercado.
Quizás más de un emprendedor, se identifica con esos altibajos que siempre aparecen en los momentos más difíciles del transitar profesional, donde uno simplemente no sabe si está en lo correcto, si le irá bien o no, si tirarse al agua o quedarse en el muelle viendo desde detrás de la baranda. Cuando la incertidumbre tocó a mi puerta, hace unos años antes de lanzar The Style Room, decidí contactar a una “amiga”, pero no una que me escuchara a diario, sino una que ha sido uno de mis más grandes ejemplos a seguir, una con la que había hablado escasos 5 minutos al teléfono.
Yo tenía la certeza de que esa mujer que se mostró tan simpática conmigo al teléfono, la que estaba detrás de una de las marcas nacionales que más me llenan de orgullo, sería la que me ayudaría a entender qué pasaba por mi cabeza y que tal vez compartiendo un café podría ayudarme a definir qué hacer. Ella, con su bellísima personalidad y con su gran carisma (nadie que la conozca puede negarlo) aceptó mi invitación, se portó como una amiga de años, nos reímos, conversamos y… ¡Compartimos tanto en un par de horas…! Si no saben aún de quien hablo, me refiero a Sofía Protti, diseñadora de Cuero, Papel y Tijera.
Durante esa cita, ella ante mi situación me dijo: “Siga, vamos, sí se puede, sea positiva, trabaje duro y yo sé que le va a ir bien porque usted tiene la pasión para hacerlo” y esas palabras, aunque ustedes no lo crean, calaron tan hondo en mí, que al día de hoy sigo recordándolas cuando ocupo un poco de motivación. Ella de la manera más desinteresada me tendió su mano desde ahí y sentí que había hallado a una nueva hermana mayor.
El último día de julio decidió armar una pop up dinner en su tienda, la cual no solo celebraba la belleza de su nueva colección, sino la unión de personas que han estado alrededor de ella de distintas maneras: su máximo fan, el que le lleva a todas partes del mundo la marca, la que la sigue en redes, la que se enamoró de sus productos en el aeropuerto, la que la conoció en una feria, etc. Cada una de las personas ahí sentadas teníamos el privilegio de estar ahí por una razón, y sentirme parte de ello, me recordó toda la historia que ha estado detrás de una bella amistad ya cultivada tras los años.
La esencia de cuero, papel y tijera estaba en todo el salón: Vitrinas naturalmente coloridas, servilletas floreadas, decoraciones con luces colgando, portavasos personalizados con el nombre de cada uno, bolsos cosidos con pasión y expuestos con orgullo acompañados de un menú suculento que nos tenía preparado con los chicos de Tierra Viva (¡Tienen que probar sus productos! @productostierraviva).
Creo que no hace falta describir la marca, las fotos hablan por sí solas. Al caer la noche, las 13 personas que ahí estábamos, nos sentíamos como en familia, todos socializando, compartiendo, riendo y disfrutando de la dicha de poder sentarse a la mesa a compartir experiencias. ¡Salud por las buenas amistades, las buenas marcas, las tradiciones y los buenos deseos!
¡Gracias por leerme!
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Actualizado 22 de marzo de 2023